LA RATONA QUE SE COMIO A LA LUNA
La primera vez que la ratoncita Teté salió del sótano del edificio multifamiliar fue una noche de luna llena.
Teté se quedó sorprendida de aquel enorme cuerpo que parecía un sabroso y blanco queso redondo que se antojaba a primera vista, de modo que sin querer imaginó que se lo comía.
Abrió el ociquito y poco a poco, a cada mordida, sorprendentemente, la luna se iba desapareciendo hasta que el cielo quedó en una oscuridad completa.
Teté se sintió triste porque el queso se había acabado y no le sirvió ni para el comienzo.
Nadie le dijo a Teté que a esa hora había un eclipse y que por ese motivo la luna se había desaparecido momentáneamente.
Por eso, cuando Teté empezaba a llorar por haberse comido aquel enorme queso, la luna comenzó a retomar nuevamente su grandiosa figura.
Teté sonrió feliz de volver a ver el enorme queso y prometió que no volvería a comersélo.
La primera vez que la ratoncita Teté salió del sótano del edificio multifamiliar fue una noche de luna llena.
Teté se quedó sorprendida de aquel enorme cuerpo que parecía un sabroso y blanco queso redondo que se antojaba a primera vista, de modo que sin querer imaginó que se lo comía.
Abrió el ociquito y poco a poco, a cada mordida, sorprendentemente, la luna se iba desapareciendo hasta que el cielo quedó en una oscuridad completa.
Teté se sintió triste porque el queso se había acabado y no le sirvió ni para el comienzo.
Nadie le dijo a Teté que a esa hora había un eclipse y que por ese motivo la luna se había desaparecido momentáneamente.
Por eso, cuando Teté empezaba a llorar por haberse comido aquel enorme queso, la luna comenzó a retomar nuevamente su grandiosa figura.
Teté sonrió feliz de volver a ver el enorme queso y prometió que no volvería a comersélo.
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