La historia de la ciencia está llena de anécdotas y
curiosidades.
La siguiente reflexión y datos principales se basan en el
extraordinario libro “La vida amorosa en el mundo animal” de Herbert Wendt, un
clásico editado por Noguer en México en 1964.
A pesar de que desde la antigüedad presocrática ya se tenía
conocimiento del semen no es sino hasta 1677 cuando se descubrió que éste se
componía de espermatozoides, y desde este año hasta la fecha, se desconoce bien
a bien quién fue su verdadero descubridor.
Para llegar a este conocimiento se tuvo que zanjar tortuosos
caminos de prejuicios y limitaciones técnicas que van de la antigüedad hasta
las postrimerías de la Edad Media y los inicios de la Ilustración.
Quiso el destino que fuera un aficionado a la ciencia quien
contribuyera de manera decisiva al conocimiento científico a través de la
invención del microscopio.
Se trata de Antonij Van Leeuwenhoek, que entre otros
trabajos fue contador de una tienda de tela, conserje de escuela y empleado
municipal, que en su tiempo libre perfeccionaba la visión a través de las
lentes de aumento.
Esto le permitió construir un potente microscopio con el que
se dedicó a ver cuánto tenía a su alcance y que sin tener una carrera universitaria fue honrado como miembro de la
prestigiosa asociación científica Royal Society de Londres, gracias a la
documentación de sus observaciones a través de su invento.
Según se sabe, ese año de 1677, un joven universitario le
llevó a su estudio a Leeuwenhoek una muestra de semen de un hombre enfermo que
tenía poluciones nocturnas. Leeuwenhoek observó en el microscopio la muestra y
se sorprendió de la cantidad de esos “animalillos” que pululan en ese líquido.
El nombre del joven “descubridor” se perdió porque el mismo Leeuwenhoek no lo
documentó, lo que dio pie para que varios países se disputen la nacionalidad
del joven y hasta proponen su nombre.
Leeuwenhoek, impulsado por miembros de la Royal Society,
dedicó gran parte de su tiempo a estudiar el contenido del semen de hombres y
animales y los nombró “espermatozoides” proponiendo que su función sería
estrictamente la de reproducir la vida. (No sería sino hasta 1875 cuando un
zoólogo apreció en el microscopio la fecundación del óvulo femenino.)
Sin ser científico, el buen funcionario municipal, había
dado en el clavo y de paso abrió la puerta a una nueva perspectiva en las
discusiones sobre el origen de la vida. En una época donde históricamente
estaba prohibido estudiar directamente al cuerpo humano---hazaña solo superada
por Da Vinci---, Leeuwenhoek se aplicó al penoso estudio de una de las partes
más íntimas del ser humano: su líquido eyaculatorio.
Antonij Van Leeuwenhoek es considerado el padre de la
microbiología y ocupa un lugar distinguido al lado de hombres de ciencia que
han contribuido al triunfo de la razón y la inteligencia, aunque es muy
probable, que debido a los enormes prejuicios de la época, él haya desviado la
atención de la osadía de su enorme curiosidad, atribuyéndole a un estudiante la
audacia de ver el semen bajo el microscopio.
Esto es, que dadas las circunstancias, es muy probable que Leeuwenhoek
haya sido el único responsable de dicho descubrimiento, es decir, el auténtico
padre---literalmente---, de sus propios espermatozoides.
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