Guadalupe Loaeza hizo una interesante compilación de homosexuales destacados en su libro "En el Clóset"(Ediciones B, México, 2011), con un excelente prólogo de Marina Castañeda.
Aunque abarca a destacadas personalidades de diversos países del mundo, menciona a muchos mexicanos de la historia contemporánea, que son los que se reseñan aquí.
Cita a Amelia Robles Ávila, una mujer que nació en 1889 en Xochipala, Guerrero y que murió en 1884 y que alcanzó el grado de coronel al pelear al lado de Emiliano Zapata, pero asumiendo siempre un rol de hombre por lo que cambió su nombre a Amelio Robles.
Amelio tuvo varias esposas y adoptó una hija. Dicen que era muy noviero. En las postrimerías de su vida el Ejército Nacional la reconoció como "Veterano de la Revolución", así en masculino y solo hasta su entierro pidió que la enterraran con vestido de mujer.
Habiendo colaborado con Emiliano Zapata es probable que las maledicencias sobre su condición sexual hayan alcanzado al General, por lo que en día algunos dicen que Zapata era gay--si hubiera existido algo entonces todo fue normal porque Zapata era hombre y Amelio aunque vestido de hombre, físicamente era mujer--- y fuera de eso no hay nada ni nadie que ponga en duda la hombría del General.
Otro caso que cita Loaeza se refiere al "Baile de los 41", que un 17 de noviembre de 1901 causó un escándalo nacional porque la policía descubrió un baile de homosexuales disfrazados de mujeres que organizaban una fiesta en la colonia Tabacalera de la Ciudad de México. Muchos lograron escapar ante la redada policíaca y los que no, fueron castigados con trabajos forzados. Según se comenta, se hizo todo lo posible por no mencionar el nombre de un participante de esa fiesta que el estado porfirista se esmeró en proteger y ocultar: Ignacio de la Torre, el esposo de Amada, la hija de Don Porfirio Díaz.
Algo parecido ocurrió en Oaxaca hace algunas décadas, en una casa se organizó una fiesta de damas, cuyo ruido, pleitos y escándalo hizo que los vecinos llamaran a la policía. Cuando oyeron las sirenas de las patrullas, las damitas empezaron a huir de aquel domicilio, con sus zapatillas en las manos y a algunas se les cayó la peluca, lo que favoreció identificarlos, eran juniors disfrazados de mujeres.
Uno de ellos escaló la política oaxaqueña reciente llegando muy, muy alto. Hasta ahí la historia.
Otro personaje destacado es la "Abuelita del Cine Mexicano" doña Sara García, quien sí se casó y tuvo una hija, pero el hecho es que después de haber enviudado joven, se juntó hasta su muerte con amiga de la infancia, por lo que algunos suponen que salió del clóset. Independientemente de esas suposiciones, un detalle habla del carácter y la convicción de doña Sarita: a los 39 años se hizo extraer todos los dientes para parecer una abuela y así ganar la interpretación de un personaje de la tercera edad, mismo que estuvo representando con mucho éxito hasta los 85 años, cuando falleció.
Una gran sorpresa significó para mí conocer que Arturo de Córdova, el galán del cine mexicano haya sido homosexual y que vivió muy discretamente con su pareja Ramón Gay, quien tuvo el infortunio de morir por una bala que disparó un General celoso que lo confundió con el amante de su mujer. Esa sí fue una tragedia de película.
Más conocida y tolerada fue Chavela Vargas, noviera y trovadora, que aunque nació en Costa Rica, siempre se identificó como mexicana y es todo un ícono de la cultura nacional.
Otro artista destacado fue Juan Gabriel, que tuvo varios hijos y cuya homosexualidad fue creciente hasta sus últimos días, como su talento.
Por el lado de la cultura se distingue el pintor Jesús Reyes Ferreira, mejor conocido como Chucho Reyes, quien replicó la historia de los 41 en Guadalajara, Jalisco, nada más que él si fue detenido en una fiesta gay. Por su talento es considerado una de las grandes instituciones culturales de la época.
El gran arquitecto mexicano Luis Barragán también fue un homosexual que ocultaba sus preferencias sexuales enamorando a decenas de mujeres y abandonándolas siempre.
También el gran pintor jalisciense Juan Soriano, destacado y reconocido hombre de las artes nacionales, perteneció a este gremio.
Con más reticencias y mejor oculto, se mantiene el escritor dominicano Pedro Henríquez Ureña, que forma parte de la cultura nacional. Dice Loaeza que la falta de información precisa sobre esta situación se debe a la represión contra la homosexualidad, que hasta años recientes existía en República Dominicana.
Carlos Pellicer, el gran "Poeta del Trópico" y museógrafo, siempre evitó estridencias en su condición sexual: era muy recatado.
Al jalisciense y destacado médico Elías Nandino lo descubrí primero como poeta y el interés por conocer quién estaba detrás de esa poesía descubrí que se trataba de un homosexual activo y que alguna vez dijo que él era más hombre por someter a los hombres.
Don Jaime Torres Bodet fue poeta y una de las grandes figuras de la cultura nacional, y según cuenta Guadalupe Loaeza, fue siempre un homosexual de clóset, aunque era de los que secretamente se enredaba con soldados. Con el paso del tiempo, algunos soldados llegaron a ser importantes funcionarios y coincidieron con él en el gabinete. Así es la vida.
Continuá el libro con el poeta Xavier Villaurrutia y el escritor Salvador Novo, cuyas memorias bajo el título "La Estatua de Sal", publicado 25 años después de su muerte, es una confesión biográfica que salpica a muchos distinguidos hombres cultos de la época y permite conocer el estado del arte de la homosexualidad en el México de esos días. Al parecer Salvador Novo elevó a virtud la condición del ser homosexual, bajo la inspiración intelectual.
Cierra finalmente Soledad Loaeza, tratándose de los homosexuales mexicanos, con el escritor Carlos Monsiváis, un gran defensor de los derechos sexuales y la no discriminación. Honestamente, hasta la fecha, es poco conocida la vida sentimental del maestro Monsiváis, que seguirá siendo un pendiente hasta que probablemente algunos escriban sobre él en sus propias memorias, en caso de que haya algo interesante.
Guadalupe Loaeza ha hecho un interesante libro escrito de manera amena y con la medida justa para echarse un clavado como observador en el clóset de la cultura nacional. Es probable que falten muchos, pero eso se sabrá con el tiempo.
Aunque abarca a destacadas personalidades de diversos países del mundo, menciona a muchos mexicanos de la historia contemporánea, que son los que se reseñan aquí.
Cita a Amelia Robles Ávila, una mujer que nació en 1889 en Xochipala, Guerrero y que murió en 1884 y que alcanzó el grado de coronel al pelear al lado de Emiliano Zapata, pero asumiendo siempre un rol de hombre por lo que cambió su nombre a Amelio Robles.
Amelio tuvo varias esposas y adoptó una hija. Dicen que era muy noviero. En las postrimerías de su vida el Ejército Nacional la reconoció como "Veterano de la Revolución", así en masculino y solo hasta su entierro pidió que la enterraran con vestido de mujer.
Habiendo colaborado con Emiliano Zapata es probable que las maledicencias sobre su condición sexual hayan alcanzado al General, por lo que en día algunos dicen que Zapata era gay--si hubiera existido algo entonces todo fue normal porque Zapata era hombre y Amelio aunque vestido de hombre, físicamente era mujer--- y fuera de eso no hay nada ni nadie que ponga en duda la hombría del General.
Otro caso que cita Loaeza se refiere al "Baile de los 41", que un 17 de noviembre de 1901 causó un escándalo nacional porque la policía descubrió un baile de homosexuales disfrazados de mujeres que organizaban una fiesta en la colonia Tabacalera de la Ciudad de México. Muchos lograron escapar ante la redada policíaca y los que no, fueron castigados con trabajos forzados. Según se comenta, se hizo todo lo posible por no mencionar el nombre de un participante de esa fiesta que el estado porfirista se esmeró en proteger y ocultar: Ignacio de la Torre, el esposo de Amada, la hija de Don Porfirio Díaz.
Algo parecido ocurrió en Oaxaca hace algunas décadas, en una casa se organizó una fiesta de damas, cuyo ruido, pleitos y escándalo hizo que los vecinos llamaran a la policía. Cuando oyeron las sirenas de las patrullas, las damitas empezaron a huir de aquel domicilio, con sus zapatillas en las manos y a algunas se les cayó la peluca, lo que favoreció identificarlos, eran juniors disfrazados de mujeres.
Uno de ellos escaló la política oaxaqueña reciente llegando muy, muy alto. Hasta ahí la historia.
Otro personaje destacado es la "Abuelita del Cine Mexicano" doña Sara García, quien sí se casó y tuvo una hija, pero el hecho es que después de haber enviudado joven, se juntó hasta su muerte con amiga de la infancia, por lo que algunos suponen que salió del clóset. Independientemente de esas suposiciones, un detalle habla del carácter y la convicción de doña Sarita: a los 39 años se hizo extraer todos los dientes para parecer una abuela y así ganar la interpretación de un personaje de la tercera edad, mismo que estuvo representando con mucho éxito hasta los 85 años, cuando falleció.
Una gran sorpresa significó para mí conocer que Arturo de Córdova, el galán del cine mexicano haya sido homosexual y que vivió muy discretamente con su pareja Ramón Gay, quien tuvo el infortunio de morir por una bala que disparó un General celoso que lo confundió con el amante de su mujer. Esa sí fue una tragedia de película.
Más conocida y tolerada fue Chavela Vargas, noviera y trovadora, que aunque nació en Costa Rica, siempre se identificó como mexicana y es todo un ícono de la cultura nacional.
Otro artista destacado fue Juan Gabriel, que tuvo varios hijos y cuya homosexualidad fue creciente hasta sus últimos días, como su talento.
Por el lado de la cultura se distingue el pintor Jesús Reyes Ferreira, mejor conocido como Chucho Reyes, quien replicó la historia de los 41 en Guadalajara, Jalisco, nada más que él si fue detenido en una fiesta gay. Por su talento es considerado una de las grandes instituciones culturales de la época.
El gran arquitecto mexicano Luis Barragán también fue un homosexual que ocultaba sus preferencias sexuales enamorando a decenas de mujeres y abandonándolas siempre.
También el gran pintor jalisciense Juan Soriano, destacado y reconocido hombre de las artes nacionales, perteneció a este gremio.
Con más reticencias y mejor oculto, se mantiene el escritor dominicano Pedro Henríquez Ureña, que forma parte de la cultura nacional. Dice Loaeza que la falta de información precisa sobre esta situación se debe a la represión contra la homosexualidad, que hasta años recientes existía en República Dominicana.
Carlos Pellicer, el gran "Poeta del Trópico" y museógrafo, siempre evitó estridencias en su condición sexual: era muy recatado.
Al jalisciense y destacado médico Elías Nandino lo descubrí primero como poeta y el interés por conocer quién estaba detrás de esa poesía descubrí que se trataba de un homosexual activo y que alguna vez dijo que él era más hombre por someter a los hombres.
Don Jaime Torres Bodet fue poeta y una de las grandes figuras de la cultura nacional, y según cuenta Guadalupe Loaeza, fue siempre un homosexual de clóset, aunque era de los que secretamente se enredaba con soldados. Con el paso del tiempo, algunos soldados llegaron a ser importantes funcionarios y coincidieron con él en el gabinete. Así es la vida.
Continuá el libro con el poeta Xavier Villaurrutia y el escritor Salvador Novo, cuyas memorias bajo el título "La Estatua de Sal", publicado 25 años después de su muerte, es una confesión biográfica que salpica a muchos distinguidos hombres cultos de la época y permite conocer el estado del arte de la homosexualidad en el México de esos días. Al parecer Salvador Novo elevó a virtud la condición del ser homosexual, bajo la inspiración intelectual.
Cierra finalmente Soledad Loaeza, tratándose de los homosexuales mexicanos, con el escritor Carlos Monsiváis, un gran defensor de los derechos sexuales y la no discriminación. Honestamente, hasta la fecha, es poco conocida la vida sentimental del maestro Monsiváis, que seguirá siendo un pendiente hasta que probablemente algunos escriban sobre él en sus propias memorias, en caso de que haya algo interesante.
Guadalupe Loaeza ha hecho un interesante libro escrito de manera amena y con la medida justa para echarse un clavado como observador en el clóset de la cultura nacional. Es probable que falten muchos, pero eso se sabrá con el tiempo.
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