Este cuento corto cobro forma después de contabilizar el número de perros atropellados en la carretera durante un par de semanas.
A petición de una amiga dejé de contar los perros muertos, porque le pareció de mal gusto.
A manera de colofón de esa contabilidad de la muerte, se me ocurrió este cuento corto, después de contemplar uno de los últimos perros atropellados:
GANAS DE VIVIR
El perro atropellado tenía tantas
ganas de vivir, que se levantó en puro pellejo de la carretera y se alejó
moviendo la cola.
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