martes, 5 de julio de 2016

La más grande hazaña bélica del orgullo gay

Sucedió en la Grecia antigua.

Entonces no existía el Estado Griego, sino ciudades rivales que hacían del arte de la guerra el deporte nacional como Atenas, Tebas y Esparta.

Aunque todos contaban con ejércitos, nadie superaba en tamaño y buena fama a los poderosos soldados espartanos.

Por eso, cuando Esparta, en alianza con Persia, invadió Beocia, territorio de Tebas, se generó una reacción que tras un golpe de estado llevó a la cabeza de Tebas a uno de sus principales líderes, Pelópidas, a quien describen como joven y patriota.

El nuevo jefe Pelópidas, apenas asumió el cargo, declaró la guerra “Santa” contra Esparta y nombró como general de la milicia tebana a su pareja homosexual Epaminondas.

La información que existe sobre Epaminondas refiere a un hombre joven y disciplinado, casi un asceta, que tenía muchas habilidades como estratega de guerra. Tal vez por ese motivo, en su ejército que sumó seis mil hombres, incorporó una partida de 300 homosexuales, que eran parejas.

Especialistas de la historia antigua de Grecia coinciden en señalar que la homosexualidad en esos tiempos en la sociedad griega era como una pose intelectual---sin amaneramientos ni estridencias, no afeminados ni travestis---, por lo que era de lo más normal que un hombre se enamorara de una mujer o de un hombre, o de ambos, sin causar la más mínima contrariedad social.

Como sea, el objeto de formar un grupo de guerreros homosexuales, iba más allá de la intención de brindarle un día de campo a la comunidad gay, como quedaría demostrado en una de las batallas en que ellos participaron y que vendría a modificar el modelo de combate en el mundo griego antiguo.

Hasta entonces, el poderoso ejército Espartano, formado por más de diez mil bravos y experimentados combatientes, mantenía una concentración que atacaba directamente el centro de la formación militar contraria, acabando en un dos por tres con el enemigo. Epaminondas, que estudiaba pacientemente este modelo ideó la forma de atacar a los espartanos por los lados, ubicando por el flanco derecho al grupo de las 150 parejas de soldados homosexuales.

El encuentro fue en Leuctra y no es difícil imaginar que el experimentado y triunfante ejército espartano subestimó a unos retadores sin una trayectoria militar sólida y cuyo número de combatientes apenas si alcanzaba la mitad del número de los efectivos espartanos.

Acaso, los generales espartanos habrían imaginado que sería como una práctica de rutina, que vencerían rápidamente al enemigo y que continuaría el avance de su intentona hegemónica.
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Pero ya en pleno combate, cuando la avanzada espartana sumió su poderoso frente al centro de la formación enemiga, que penetró con escasa resistencia, se dieron cuenta muy tardíamente que habían sido abrazados por las poderosas tenazas del ejército tebano.En el flanco derecho, los 300 homosexuales atacaban al enemigo como si fuera la primera y última batalla en su vida, cada uno de ellos era responsable de la seguridad del otro, de su pareja sentimental y militar, y bajo las arengas, el entrenamiento y el adoctrinamiento de Epaminondas, aquello fue un verdadero infierno para los espartanos a los que la burocrática práctica del ataque frontal había mostrado su talón de Aquiles y su decadencia.

Fue una batalla sanguinaria como parte de lo que Pelópidas había denominado la “Guerra Santa” y en congruencia con esa estrategia, Epaminondas, denominó a sus huestes como el “Ejército   Sagrado”.

Pero la guerra puede ser todo, menos sagrada, y así lo mostraba la furia de la guerra por ambos lados, ante los gritos de terror que intimidaban al enemigo y se confundían con el golpe seco de las espadas contra los cascos y los escudos en medio de aquellas nubes de polvo, teñidas con el púrpura sangriento que emanaba como una lluvia en la que, en cada gota, escapaba la vida de los guerreros.

Contrario a su tradición, muchos espartanos heridos y lastimados en su orgullo hasta la médula, pelearon hasta el último suspiro, evidenciando su fracaso por el número de sus muertos dispersos en el campo de batalla, mientras el ejército tebano y especialmente los homosexuales, los perseguían con una furia desatada que solo colmaba el filo de las espadas al chocar con los huesos del enemigo.

Al caer la tarde, los últimos rayos del sol, irónicamente rojizos, alumbraron aquel paraje sembrado de cadáveres de espartanos, como una carnicería sin piedad, mientras los soldados tebanos alzaban en hombros a su general Epaminondas y festejaban con júbilo por haber vencido al ejército más poderoso de la época.

Como sucede con las novedades en la guerra, pronto el ejército de Epaminondas, con su avanzada de homosexuales construyó una fama que se extendió por otras batallas y otras conquistas, aunque el gran general falleció en la batalla de Emantinea, en el 362 a.C., en la que también venció.

Epaminondas pasó así a la historia, como un patriota y estratega que no sólo modificó las reglas del combate, sino también, como  un hombre que reconoció la valentía y la convicción de los homosexuales para la guerra, integrando, sin duda, el primer gran ejército de ese tipo en la historia, con muy honrosos resultados para la satisfacción y el orgullo gay.

(La información de partida para este artículo está en el extraordinario y ampliamente recomendado libro: “Historia de los Griegos” de Indro Montanelli, Plaza & Janes, Barcelona, 1983.)