martes, 26 de febrero de 2019

Una amistad desconocida

No creo en fantasmas.

Nunca he creído en fantasmas, brujas, diablos ni nada por el estilo. Mis peores pesadillas las atribuyo al estrés, a la soledad o al exceso de malas compañías, pero no a los asuntos paranormales.

Por esta razón todavía no me explico esta situación de una amistad que inició hace seis años, cuando me enviaron de mi trabajo a una escuela de la sierra.

En un día nublado y lluvioso en que ya todos se habían retirado del plantel, me quedé en la dirección revisando unos documentos cuando de pronto apareció en el marco de la puerta una jovencita de aspecto pálido, delgada, de enormes ojos grandes y tristes y con visibles ojeras y vestía el uniforme escolar. La verdad me sobresalté cuando escuché su voz:

-Buenas tardes, director.
-Buenas tardes, hija, ¿qué andas haciendo por aquí a estas horas?
-Quería preguntarle si de casualidad no le entregaron una cadenita con un dije de oro.
-¿De oro? ¡Fiuuuu! Pues espero que si alguien la encuentra, me la reporten y yo te la guardo con mucho gusto.

La niña, que tendría unos catorce o quince años aproximadamente, balbuceó "Gracias" y se dio la vuelta.

Con el paso de los días y mi adaptación a esa escuela de escasos doscientos alumnos, me dí cuenta que la alumna ya no asistía a clases o algo había pasado porque no la veía a la hora del receso, ni en los homenajes.

En una ocasión organizamos una conferencia en la sala audiovisual y la volvía a ver. Se sentó en una esquina de la primera fila, me miraba con su aspecto triste. Le sonreí y la saludé con la mano y ella, sin ningún gesto, levantó la mano en forma de saludo. Llevamos a cabo la conferencia y no me percaté en qué momento se salió de la sala. Quería preguntarle si había recuperado su cadena con su dije de oro.

Al término de la conferencia sentí una enorme curiosidad por identificar a qué grupo pertenecía esa alumna. Así que visité cada uno de los salones y mi sorpresa fue que esa alumna no estaba en ningún grupo. Pregunté al vigilante si se había retirado algún alumno y me contestó que absolutamente nadie había salido ni entrado.

Con motivo de un proceso administrativo para asignar becas, yo tenía que validar con mi firma las credenciales de beneficiarios, así que desfilaron frente a mí todos los alumnos del plantel y en ningún momento la ví. Chequé las listas y ¡oh! sorpresa. La cantidad de alumnos cuadraba perfectamente con las credenciales que yo había validado, no sobraba ni faltaba nadie.

Eso me puso de mal humor, ¿cómo podríamos tener una alumna de oyente sin que yo tuviera el control? Pues los oyentes están prohibidos.

Por las mañanas yo era el primero en llegar a la escuela y pararme en la entrada, quería ver a esa alumna y preguntarle a qué grupo pertenece y cuál era su condición académica. Pero nunca la ví entrar.

Aunque me inquietaba el asunto, no le dí importancia. Supuse que eran de esos alumnos audaces que perdían el semestre y no les avisaban a sus padres y que por ese motivo, eventualmente, ingresaban al plantel como para fingir que eran alumnos regulares.

Terminó el semestre y no la volví a ver.

Al cumplir un año en ese lugar me cambiaron de escuela.

Mi nuevo lugar de trabajo se ubicaba a más de 200 kilómetros de distancia en un lugar seco y caluroso. En esta escuela la matrícula era como de 800 alumnos.

Una tarde que ya se había retirado todo el personal el cielo se nubló y una pertinaz lluvia comenzó a caer.

Estaba en mi oficina ordenando unos documentos cuando en el marco de la puerta apareció una joven delgada, de tez pálida, cabello largo, de ojos grandes y tristes, con el uniforme escolar. Me preguntó: "Buenas tardes, ¿usted es el nuevo director?" "Sí, hija, buenas tardes, a tus órdenes" Inicialmente no ubiqué a esa alumna pero me desconcertó, sabía que la había visto en algún lugar, pero no le dí importancia, luego me dijo:

-¿Aquí reportan los objetos extraviados?
-Sí, ¿perdiste algo?
-Perdí una cadena con un dije de oro.
-Bueno, si me la reportan, con mucho gusto te la guardo.

Luego la alumna se retiró y luego pensé que ese momento ya lo había vivido en alguna ocasión.

Repasé los rasgos de la chica y me acordé que ya la había visto en algún lugar, pero no precisaba en dónde.

Me inquietó esa situación y en los días posteriores traté de ubicarla sin ningún éxito, no estaba en ningún grupo.