viernes, 1 de junio de 2018

El sexo como una manifestación del poder

Es como en los cuentos de hadas nada más que al revés.

Por lo general se piensa que en la vida de pareja, el enamoramiento es el punto de partida para el amor y de ahí a la felicidad infinita, pero en muchos casos, este enamoramiento dura poco, el amor no se consolida y en cambio, se convierte en la entrada a una pesadilla en la que afloran los más profundos sentimientos de maldad de alguna de las partes y la prometedora historia de amor se convierte en un infierno.

Se pasa del amor al odio.

La situación se complica cuando la parte que hace el malo de la película tiene una vinculación con el poder político o económico, porque no le importa pasar por encima de la justicia, de las leyes y de las razones para conseguir lo que quiere, que en la mayoría de los casos es destruir literalmente a su pareja.

Históricamente la información sobre la vida privada de las mujeres y de los hombres públicos es amplia y por lo general es del dominio público.

De esta manera sabemos que el Padre de la Patria, Don Miguel Hidalgo y Costilla, tuvo algún par de mujeres y varios vástagos, papel similar al de su compañero de lides Don José María Morelos y Pavón.

El mismo Santa Anna dejó constancia de su atracción por las mujeres hermosas, que no siempre le guardaron fidelidad.

Benito Juárez tenía una pareja y ya era padre de un varón y una mujer cuando se casó con doña Margarita Maza, quien adoptó como su hija a la primera descendiente del prócer.

Son conocidas las debilidades de Porfirio Díaz por las mujeres jóvenes y mucho se habla del “sacrificio” que tuvo que hacer doña Carmelita Romero para soportar al general, a cambio de los favores a su familia, aunque se mantuvo firme hasta el final. En el libro “Memorias” de Antonio de los Santos, el cacique por excelencia emanado de la Revolución Mexicana, se da cuenta del hijo que Don Porfirio tuvo con una estadunidense, en sus correrías revolucionarias.

Pancho Villa es el ícono de esas figuras de machos dominantes con sus múltiples mujeres e hijos, la meticulosa biografía de Paco Ignacio Taibo II, da santo y seña de este pefil seductor del Centauro.

Algunos de estos vicios privados de varias figuras históricas están consignados en el libro “Arrebatos Carnales” de Martín Moreno, pero honestamente, esta información se queda corta ante la furia, el coraje y el odio que emana de los hombres de poder contemporáneos, y que están documentados por sus ex parejas.

Me refiero al libro “Las Amantes del Poder: los escandalosos usos y abusos del poder público en la vida privada” de la periodista Sanjuana Martínez (Edit. Planeta Mexicana, 2014).

Estos son testimonios de mujeres valientes que han tenido el infortunio de sufrir en carne propia los abusos de sus parejas, hombres de poder político, que inicialmente las seducen y después de llevarlas a la gloria con todos los beneficios que da el poder del dinero, de pronto las dejan sin amor, sin bienes, hasta sin hijos y con todo el desprecio que jamás se pueda uno imaginar.

El libro lo integran seis casos de varones (Enrique Peña Nieto, Genaro Gógora Pimentel, Arturo Montiel, Juan Iván Peña Néder, Luis Téllez, Sergio García Ramírez, Aristóteles Sandoval y una mujer que es Rosario Robles.

Rosario Robles, pese a las connotaciones que se le atribuyen, más bien parece una víctima porque aporta datos en el sentido de que tuvo que enfrentar la misoginia predominante en la política---incluso de ya sabes quién— para frenar su ascenso.

Según se desprende de los testimonios que recoge Sanjuana Martínez, para vencer a sus parejas en sus asuntos privados, los políticos mexicanos utilizan todo el poder de los recursos públicos.

En ninguna parte, tanto como en este libro, se aprecia con tanta claridad la denigración de algunos políticos, su ambición y su corrupción desmedida trasladada al control de las vidas ajenas, del sometimiento de las instituciones, del servilismo de los funcionarios de gobierno y de la justicia, que es reducida a una grotesca caricatura al servicio del poder político.

Como sea, este testimonio, que tiene su punto de partida en el sexo, es apenas una parte de la cabeza del iceberg de una práctica machista de los hombres de poder, en un país en el que la impunidad es el piso común en el que resbala la justicia, las instituciones y la ley.

Parte de la nueva tragedia nacional es eso, que quienes deben velar por la legalidad, la equidad, la justicia y la preservación del Estado de Derecho, son precisamente quienes más lo desdeñan y más abusos cometen y esto puede cambiar cuando las víctimas insistan en la aplicación de la justicia.

Este tipo de libros sirven de aliciente para fortalecer la cultura de la denuncia y de la legalidad, enhorabuena por las mujeres que brindaron sus testimonios con el valor que da la razón histórica.

Sanjuana Martínez una vez más da una muestra de su gran talento y compromiso con la verdad.